lunes, 14 de noviembre de 2011

Patearse la calle

Uno de los negocios más antiguos de la mafia consiste en la recaudación de impuestos callejeros. Esta actividad ha sido reflejada en varias películas del género y consiste en obtener de los dueños de negocios a pie de calle el pago de un canon en concepto de “protección” o, más atrevidamente, “licencia” para poder operar en ese tramo de vía pública.

El origen de esta extorsión hunde sus raíces en el origen mismo de la mafia en Sicilia, hace unos 150 años aproximadamente. Entonces, grupos de terratenientes sicilianos crearon una sociedad secreta para protegerse del gobierno corrupto. Esa sociedad, que con el tiempo se convirtió en la mafia, se financiaba de las aportaciones que voluntariamente hacían las personas que se sentían protegidas por la organización.

Años después la mafia dejó a un lado su carácter defensivo respecto a las amenazas de los gobernantes. Pero lo que no dejó de lado fue su costumbre de cobrar a la gente. Gente que, por otro lado, en ningún momento parecía necesitar ninguna protección de ellos. En caso de que se negasen a pagar, los mafiosos recurrían a mecanismos de negociación directa, como las palizas o los ataques a la propiedad privada. Así por ejemplo en Chicago, a principios de los años 90 un capo llamado Jimmy Marcello ordenó a uno de sus mafiosos llamado Lenny Patrick que asustase al dueño de un teatro callejero que se negó a pagar el impuesto. Lenny y sus amigos se tomaron en serio la orden y se pusieron a ello. El propietario del teatro era un hueso duro de roer, y los matones se propusieron destruir el teatro, aunque no tuvieron éxito, pues el edificio parecía tan duro como su dueño. Después de lanzar bidones de gasolina, cócteles Molotov e incluso granadas de mano, el teatro siguió en pie y los mafiosos desistieron. Más tarde Lenny accedió a colaborar con el FBI y gracias a las grabaciones que obtuvo con micrófonos ocultos consiguió pruebas con las que meter en la cárcel a Jimmy Marcello y otros capos de Chicago.

Como demuestra el ejemplo anterior, al contrario de lo que mucha gente piensa, este tipo de actividades no se concentraron únicamente en los años 20, sino que se han venido realizando hasta nuestros días. ¿Cómo es esto posible? Hay dos explicaciones. La primera es la ayuda que en muchos países las mafias locales han recabado de los policías corruptos. Éstos no solo hacían oídos sordos a las quejas de los comerciantes, sino que en ocasiones recaudaban directamente los pagos.

Además hay otra explicación. Si el mafioso de turno extorsiona a un comerciante honrado y respetuoso de la ley cabe la posibilidad de que éste decida denunciar los hechos a las autoridades. Pero, ¿y si se intimida a alguien que tiene un negocio al margen de la ley? Por ejemplo, el dueño de un bar donde se vende droga o el de un burdel donde se obliga a mujeres a prostituirse. Lógicamente estos “empresarios” no correrán a la comisaría más cercana para poner en conocimiento de la policía que determinada familia mafiosa está mermando el lucro que obtienen de sus actividades ilícitas. Por esta razón, tales negocios son objetivos ideales para reclamarles el pago del impuesto callejero.

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